Son las 2 de la madrugada de un lunes, mi hija pequeña se levanta para pedir un bibe y me pide que me acueste con ella… dos horas después sigue despierta y empieza a aumentar mi ansiedad, tengo que levantarme pronto, empieza la tercera semana de confinamiento y necesito empezar a trabajar antes de que se levanten sus hermanos o no me dará tiempo a preparar la reunión.
He perdido la cuenta de los días que llevamos en casa, mi marido y yo decidimos no salir desde el momento que los niños dejaron de tener colegio por el Covid-19, aprovechando la oportunidad que teníamos de teletrabajar. He de decir que nuestros amigos italianos nos iban retrasmitiendo lo que iba a pasar en España con varios días de adelanto lo cual hizo que tomáramos la firme decisión de quedarnos en casa y no salir salvo en caso de estricta necesidad.
Teletrabajar puede parecer fácil e incluso divertido, pero cuando tienes tres niños pequeños y sin ayuda externa en casa, la misión es harto complicada y requiere de dosis muy altas de paciencia y un esfuerzo adicional.
Desde la ilusión del primer día de trabajar todos juntos hemos pasado por un sinfín de emociones: momentos de alegría y satisfacción por el trabajo bien hecho, otros de evidente desesperación cuando los niños no colaboran, se pelean o empiezan a hacer cosas que antes no hacían.
De repente somos 5 en casa con rutinas completamente diferentes a las habituales. Mientras nosotros teletrabajamos ellos necesitaban hacer los deberes, jugar, comer, estar con nosotros, etc.
Nos encontrábamos en una montaña rusa de emociones, las cuales se han acrecentado más si cabe con el confinamiento. Quizás os habéis visto reflejados en estos momentos o estoy segura habéis tenido alguno parecido, pero he de decir que, día a día, hemos ido reinventando nuestras rutinas de nuevo.
Pronto nos dimos cuenta que ellos eran nuestro reflejo, el reflejo de nuestra angustia, miedo e irritabilidad. Ellos necesitaban estar con nosotros mientras nosotros nos escondíamos detrás del ordenador. Empezamos a hablar más con ellos, escucharles con plena atención, compartiendo más información y siendo más transparentes con la situación que estamos viviendo, esto les ha ayudado a involucrarse más y a colaborar más en todas las tareas del día a día. Ahora somos un equipo, un equipo de 5 en el que todos tenemos que aportar y contribuir.
Ayer en el informativo lanzaban la pregunta de qué íbamos a hacer cuando saliéramos de esta situación, una fecha incierta en este momento. Yo me hice otra pregunta: ¿qué voy a hacer hoy para enseñar a mis hijos para que esta situación sea una experiencia vital para ellos, ayudándoles a ser más resilientes y ágiles ante la incertidumbre?
Para ello debemos compartir y disfrutar más momentos en familia. Aprovechemos el desayuno para compartir cuales son las tareas que tenemos para el día cada uno, algunas serán comunes a todos, y otras individuales como los deberes de mates de Martina. Estos momentos son ideales para hablar de cómo nos sentimos hoy, qué nos preocupa, y entre todos ayudarnos para que sea una emoción positiva.
Aprender a priorizar los “deberes” de cada uno, estableciendo un orden les ayudará a gestionar mejor su tiempo y a comprometerse en hacerlos. Sin olvidar, que debemos ser flexibles, si es necesario parar el equipo, ser flexibles para cambiar el orden si las condiciones lo requieren, ¿os suena de algo en vuestro día a día?.
También es importante que mantengan contacto con sus compañeros de la escuela y amigos. Como nosotros, ellos también tienen la necesidad de sociabilizarse, sobre todo los más pequeños que no tienen móvil y tendremos que ayudarles a esta tarea. Sin olvidar que están encerrados en casa, por lo que es muy importante que no pierdan de vista que todo volverá a la normalidad algún día y esto es temporal.
Los niños necesitan de nosotros y les encantan las actividades en familia, mi hija muchas veces me coge la mano y me dice “no trabajes mamá”, aprovechemos para estar más con ellos y que esos momentos cuenten. Puede ser aprender todos juntos algo sobre un país que no conozcamos, el espacio, o las pirámides. Los niños son curiosos por naturaleza y ayudarles a preguntarse el porqué de las cosas es una magnífica actividad en familia. Para ello podéis reservar un momento del día, cuando termine la jornada de teletrabajo, que se convertirá en el mejor momento de la jornada. Aprender en familia nos ayudará a aumentar nuestro nivel de energía. También será de gran ayuda dedicar tiempo al ejercicio físico, es una actividad en familia que favorece la diversión, liberar tensión, nos dará energía y nos mantendrá en forma al mismo tiempo.
Dejemos que se aburran, les ayudará a despertar su creatividad y capacidad para crear cosas nuevas, que se peleen y aprendan a resolver los conflictos, a compartir y trabajar en equipo. Si de algo me he dado cuenta en estos días es que son mucho más fuertes y capaces de superar esta situación que nosotros mismos.
Sé que después de esta experiencia todos habremos tenido un gran aprendizaje. No olvidemos que no podemos elegir muchas de las cosas que nos pasan, pero si cómo vamos a responder ante ellas, ahí está la clave. Trabajar con ellos estas habilidades nos ayudará a potenciarlas nosotros mismos: nuestra capacidad de resiliencia y agilidad, tan necesaria en el nuevo mundo del trabajo al tiempo que les preparará a ellos en su futuro.
En definitiva, es normal que nos encontremos en muchas situaciones límite a lo largo del día, por lo que es importante que tomemos conciencia de que debemos afrontarlas con paciencia y tranquilidad, empatizando con las emociones de nuestros hijos y ayudándoles a canalizarlas para ser cada día mejores.
Berta Ruiz, consultora senior de Morgan Philips Talent Consulting.